Sobre el bullying…

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A los 15 años, cuando el árbitro no miraba, Juan le metió el stick en la boca a un jugador del equipo contrario. Le rompió todos los dientes.

Todo empezó a los siete años. Hasta entonces, Juan había sido el niño cariñoso que daba besos a las niñas de clase. Pero todo cambió cuando, de un día para otro, su hermana pequeña murió accidentalmente.

Entonces cambiaron las dinámicas familiares, cambió el trato de padres a hijos y él se refugió en un grupo del colegio del que se convirtió en su cabecilla. E hizo de un buen amigo suyo el principal objetivo de su rabia. Juan nunca llegó al límite de pegarle una paliza propiamente dicha pero entre él y sus amigos crearon una dinámica en la que se acostumbraron a abusar de él de una forma cotidiana.

Era el tipo de cosas que muchas veces no se definen como bullying, y que adultos y antiguos acosadores suelen quitarse de encima con un “cosas de chicos”. “El bullying más peligroso es ese que no se ve. Cuando le pegas a alguien en la escuela, en seguida te penalizan. Sin embargo, el acoso sutil, ese que hace que tu vida se convierta en un infierno es más difícil de detectar y castigar”.

En aquella época, él mismo ni siquiera era consciente de que lo que le hacía a aquel niño era acoso. Sin embargo, un día sus amigos y él se pasaron de la raya y acabaron todos en el despacho del director. Le afectó tanto darse cuenta de lo que había estado haciendo que, después, en el instituto, ya no quiso formar parte de ningún grupo y se convirtió él en la víctima.

Juan estaba tan deprimido y era tan consciente de que lo mismo que él estaba sintiendo se lo había hecho sentir él a otra persona antes que se quería suicidar. Aunque, en vez de eso, acabó optando por salir del pozo partiéndole la cara a uno de sus agresores. Nunca más volvieron a molestarle. Desde entonces, explica que, en el acoso, la culpa nunca recae al 100% sobre una de las partes.

“El agredido tiene parte de culpa porque es responsabilidad de uno mismo ser lo suficientemente fuerte para defenderse en la vida. Las reacciones pasivas de la víctima hacen que el atacante lea que puede seguir atacando”.

Durante la etapa en la que Juan fue víctima, él siempre confió en que hubiera en su entorno alguien adulto que se encargara de resolver aquella situación, pero se dio cuenta de que eso no iba a suceder nunca.

“En el acoso, la tercera parte de culpa siempre se la lleva el entorno porque presenciarlo y no pararlo es también formar parte del bullying”.

Con respecto a aquel chico del que abusó cuenta que ahora son “amigos de Facebook” y que, en alguna ocasión, se han llegado a encontrar. Aunque nunca le ha pedido perdón.

Fuente: playgroundmag.net

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