Fundada en 1997 como un servicio de alquiler de películas por correo, hoy es un gigante multimedia. Sin embargo, más allá de su crecimiento empresarial, lo realmente fascinante es que lo ha logrado prácticamente sin manchar su imagen, algo en lo que han fracasado el resto de emblemas del capitalismo tecnológico.

A decir verdad, hubo un tiempo en que criticar a Netflix estaba de moda. Pero no venía de los usuarios, sino de los expertos. Durante los primeros años de la compañía, fueron muchos los analistas que pronosticaron que sería un fracaso. Al día de hoy, está valorada en 23 mil millones de euros.

Netflix nació a raíz de los despistes de Reed Hastings, su actual presidente. Cuando Hastings alquilaba películas en Blockbuster, a menudo se olvidaba de devolverlas en el plazo correspondiente. Hasta que llegó un día en el que la multa por el retraso era tan abultada que le daba vergüenza explicárselo a su mujer.

Su solución fue crear una plataforma de alquiler por correo que permitía que el usuario se quedara las películas tanto tiempo como quisiera. A cambio, debía pagar una tarifa plana mensual. Era una idea sencilla. Pero nadie la había tenido antes.

Sin embargo, Hastings sabía que no había suficiente con ser un simple catálogo de películas con servicio de mensajería. Por ello reclutó a Neil Hunt, un matemático con el que ya había trabajado. Juntos crearon un “motor de personalización” que descifraba lo que gustaba a cada uno de los suscriptores. En función de lo que habían visto anteriormente, les sugería qué ver a continuación. Gracias a la eficacia de su sistema de recomendación, Netflix podía dar a sus suscriptores exactamente lo que querían. Una máxima que, a día de hoy, sigue siendo la principal razón de ser de la compañía.

Desde que, en 2007, la compañía anunció que sus suscriptores podrían ver los vídeos instantáneamente por streaming, gran parte de su éxito ha recaído en eliminar las incomodidades de la televisión tradicional. Una de ellas era tener que adaptarse a una programación lineal preestablecida. La otra que los anuncios interrumpiesen constantemente la programación.

Con su trasvase al streaming, la compañía ha seguido obsesionada con minimizar todo aquello que pueda incomodar a sus clientes. Como el propio Hastings ha reconocido en múltiples ocasiones, el verdadero secreto del éxito de Netflix es que se adapta a sus usuarios.

En la era en que Internet amenazaba con acabar con la televisión para siempre Netflix ha aprendido de la red para volver a hacer que valga la pena ver la televisión. En Internet predominan nuestros gustos por encima de cualquier imposición externa. Netflix ha entendido la ultra-personalización que ha propiciado Internet y la ha aplicado la misma lógica a su programación.

Quizá el gran secreto de Netflix haya sido trascender las masas para darle todo el poder al espectador individual.

Fuente: playgroundmag.net